19 sept 2010

Tarapacá el desierto de la prosperidad



Desde el domingo 22 de agosto del presente año me encuentro recorriendo varios puntos geográficos de la hermana república de Chile. Como todo extranjero, lo primero que he hecho es conocer su historia, sus raíces, sus costumbres y su identidad.

Sobre el origen de su nombre no se han podido poner de acuerdo los historiadores, se dice que Diego de Rosales, un cronista del siglo XVII, sostiene que el nombre proviene de un cacique que gobernaba el valle de Aconcagua, a la llegada a ese sitio de los invasores incásicos y que andando el tiempo, se extendió al resto del territorio. Agrega Rosales que la palabra chili o chile, en la lengua quechua significa la nata y la flor de la tierra y concluye que los conquistadores incásicos y luego los españoles ampliaron la denominación, propia del valle Aconcagua, al resto del territorio. Por otra parte, Ricardo Latcham, arqueólogo y antropólogo de este siglo, ha sostenido que el nombre de Chile se trajo desde el Perú al valle del Aconcagua por un grupo de indios mitimaes, esto es, indios transportados por el Inca a las zonas sometidas; que su origen estaría en Arequipa, en cuyo valle existe un río Chile, que su nombre es sinónimo de tuétano, por su color meduloso y por las ricas sustancias que acarrea y con las que fecunda los campos arequipeños. Ercilla, el autor de La Araucana, que llegó al país en 1557, dice que sus coterráneos “llamaron Chile a toda la provincia hasta el estrecho de Magallanes”, Finalmente, el abate Molina sostiene en su historia natural que el nombre vendría de tili, una avecilla vulgarmente llamada trile. Datos históricos que aporta y nos entrega, después de una larga investigación, J. Fuentes y otros autores en el Diccionario Histórico de Chile.

Luego, tomo la Carta Magna, para orientarme política y jurídicamente, y me llama poderosamente la atención que consta de 129 artículos, más 20 transitorias; en contraste con la nuestra que actualmente tiene 444 Artículos, lamentablemente, las comparaciones suelen ser odiosas, sin embargo queda demostrado que un país no necesita de voluminosas Constituciones para emprender un desarrollo sustentable, como es el caso de Chile cuyas perspectivas económicas y sociales lo ubican como uno de los más desarrollados de América Latina. Y con respecto al tema autonómico, en el artículo 118, párrafo cuarto señala que “las municipalidades son corporaciones autónomas de derecho público, con personalidad jurídica y patrimonio propio, cuya finalidad es satisfacer las necesidades de la comunidad local y asegurar su participación en el progreso económico, social y cultural de la comuna”, y el Art. 122 dice que las Municipalidades gozarán de autonomía para la administración de sus finanzas (…)”.

Chile es un país definitivamente lleno de encantos, sin desconocer, que como todas las sociedades del mundo también tiene marcados problemas sociales, políticos y económicos, no obstante, uno de sus atractivos naturales es su desierto, considerado el más árido del mundo. Justamente, fue el inmenso desierto el que me dio la bienvenida, mostrándome su majestuosidad, plagada de mitos, leyendas e historia.

Cuando llegué a Tarapacá, me impresionó que este territorio fue escenario de grandes gestas heroicas, que hoy llenan de gloria las actuales generaciones, batallas y guerras que por motivo del bicentenario, a celebrase este 18 de septiembre, han sido la inspiración para desarrollar producciones cinematográficos y teatrales.

La primera región, a pesar de constar de desérticas tierras, fue y es el motor de la economía nacional gracias al salitre, llamado también el “oro blanco”, mineral que sirvió para la elaboración de la pólvora e incluso se exportaba a varios países del viejo mundo y Estados Unidos. Además esta zona tiene paradisiacos lugares turísticos que son el atractivo para propios y extraños, entre los que se destacan las cálidas aguas origen volcánico, como es la Cocha, ubicada en el oasis de Pica. Siguiendo mi recorrido por el desierto más seco del planeta, nos encontramos con pueblos históricos como Huara, Pisagua, y la ex oficina salitrera, Santiago Humerstone, hoy declarada Patrimonio de la Humanidad.

Las inmensas pampas no son sólo tortas de ripio, rocas, caliche, camanchaca, sol, viento y frío. Su economía se potencia gracias a sus carreteras de primer nivel, las cuales conectan a Tarapacá con el resto de Chile. Desde la estrella solitaria saludo a mis amables lectores, mientras me regocijo de la auténtica libertad de expresión y la libertad empresarial, que es fuente de riqueza y bienestar, para todos los seres humanos.

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