Todo el litoral norte manabita fue Tierra de los Caras, precisamente en Bahía (hoy de Caráquez, ayer de los Caras o de Caracas) y en San Vicente se está construyendo un importante puente para atravesar un rio colosal (hoy Chone, ayer de los Caras).
Se trata de una obra estratégica para la unidad nacional, que inexplicablemente estuvo postergada hasta que el gobernante actual la incluyó en su oferta de campaña, luego ya en el poder puso manos a la obra, lamentablemente el entusiasmo duró poco al punto de llevar ya varios meses de atraso.
En todo caso, el motivo no ha sido la falta de dinero, que la llamada Revolución Ciudadana ha tenido a manos llenas, solo en el hincado de pilotes, las planchas de acero, entre otros trabajos similares, la inversión es de 24 millones de dólares, de los 86 millones 931 mil 910 dólares del valor total estimado para la obra, que otras fuentes calculan en 90 millones de dólares.
Con el paso del tiempo, el puente de la esperanza ha pasado a ser el puente del consuelo para los manabitas. Sobretodo para los de Bahía y San Vicente, que ven en la obra el desarrollo vial, turístico, camaronero y comercial de este hermoso sector provincial.
Si consideramos que el 11 de septiembre de 2007 el presidente Rafael Correa puso la primera piedra del puente (para entregarlo luego de 30 meses), serían 3 años 2 meses de espera para los manabitas y un lapso de múltiples logros que ya pueden exhibir las ciudades centralistas.
Mientras, en Manabí el puente sigue siendo una necesidad porque hay personas que necesitan pasar con prontitud de un lugar a otro y a través de las gabarras no lo pueden hacer, peor si se trata de un fin de semana. Entre los más favorecidos también podrían están los estudiantes y las personas con problemas de salud que necesitan ser atendidas en el pequeño pero eficiente hospital de Bahía de Caráquez.
Esto no significa desconocer que la construcción del gran puente ha creado mano de obra. En total 320 plazas de trabajo, entre personal técnico, operativo, administrativo y de apoyo. Obviamente las decisiones y funciones principales no están en manos de profesionales manabitas.
Sobre este y otros detalles, nada ha dicho una fantasmal veeduría en la que están los alcaldes gobiernistas Carlos Mendoza de Sucre, aquel de la célebre expresión ‘es mejor ser perro de buen amo’ y Wálter Cedeño de San Vicente.
Ellos han guardado silencio, en varios aspectos, por ejemplo en lo lento de la obra. Cuando se concluyó el pilotaje, las zapatas, cabezales, vigas y tableros de loza, ¡la gente habló de un milagro!
Las excusas han sido varias: la obra es antisísmica (trabajada con un valor de punto cuatro gravedades, con una magnitud de sismo sobre 8 en la escala de Richter), longitud (2.160 metros, el más largo del país), obras de acceso del puente (por el sector de Bahía tiene 120 metros de longitud y por el lado de San Vicente tiene 150 metros), iluminación (panorámica, hormigón y hormigón pretensado), etc.
El esperado puente estará con nosotros, pero no será nuestro. La experiencia reciente y el silencio del Consejo Provincial de Manabí justifican nuestra desconfianza. Se tratará de otra forma de intervención y control centralista, que dispondrá de la administración y usufructo de un puente de Manabí.
En todo caso, estemos alerta que más de alguno lo llamaría “de los Quitus”, cuando debe ser de los Caras, los genuinos formadores de nuestra gloriosa estirpe autonomista y ecuatoriana.
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