19 sept 2010

La Morlaquía o Manabí



En un valle a 2.581 m de altitud, en 1557, se fundó Cuenca. En 1824, se creó al sur del país, la provincia de Azuay y la ciudad de los cuatro ríos quedó como su capital. Villa señorial orgullo de todos los ecuatorianos, conserva su aspecto colonial y pintoresco, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1999.

Cuenca produce azúcar, llantas, alimentos, licores, tejidos de lana, piel y cerámica. De su seno han salido los morlacos y entre ellos, un clan feroz: la Morlaquía.

Los ancentros de la Morlaquía: un vendedor de la Bandera ecuatoriana, Luis Cordero; una pluma de alquiler, Manuel de Jesús Calle, y demás ruines filisteos antialfaristas. Su carácter vitalicio, se ratifica con la aparición de nuevos príncipes.

La Morlaquía actual es antimanabita, sus ficticios logros sociales, económicos y administrativos son siempre comparables a Manabí: los Panama Hats, no son de Montecristi, tampoco de Jipijapa ¡son azuayos! … las caracolas son de las cumbres, no del Pacífico Mare Nostrum…los sagaces pescadores manabas, ¡son cholos! … el área metropolitana Eloy Alfaro, es menor que la cuencana…la Mancomunidad del Sur tiene medio millón más de habitantes que la provincia de Manabí… en Azuay, Cañar, el Oro, Morona Santiago y Zamora Chinchipe hay más electores pro revolución ciudadana que en la Tierra de Alfaro, etc.

La Morlaquia expande sus movimientos, sus cualidades histriónicas son para aparentarse dóciles y concurrentes inofensivos, pero como olvidar al cura Juan Fernado vega, con su mirada de abuelo compasivo, si él apuntaló al centralismo en la Asamblea Constituyente. Los asambleístas azuayos hicieron daño en Montecristi cuando dijeron NO a Manabí, NO a provincia autónoma, NO a sede de la Función Legislativa, etc.

Fernando Cordero conoce bien de las aspiraciones autonomistas de Manabí, él junto a Marcelo Cabrera, Carlos Fernández, Paco Moncayo se unieron a los autonomistas costeños durante años. De los corderitos el autonomista Jaime Nebot recordará por siempre que el hombre es el lobo del hombre.

La percepción era que el aporte autonomista de Fernando Cordero, superó a los 5 asambleístas que Manabí eligió en 1997: 3 del Partido Social Cristiano (Jacinto Kon Loor, Mariano Zambrano Segovia y Eliécer Bravo Andrade) y 2 del Partido Roldosista Ecuatoriano (Mario Coello y Humberto Poggi). El tiempo hermano de la verdad, nos probó que los verdaderos líderes autonomistas de Manabí eran: Douglas Vaca Vera, Julio Villacreces Colmont, Medardo Mora Solórzano y Humberto Guillem Murillo, aunque no hayan fundado un Instituto Ecuatoriano de Régimen Seccional del Ecuador IERSE, como sí lo hizo Cuenca.

Hoy, el alcalde de Cuenca Paul Granda, presidente de la Asociación de Municipalidades del Ecuador AME y el prefecto del Azuay Paúl Carrasco, presidente del Consorcio de Consejos Provinciales CONCOPE promocionan al Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomías y Descentralización Cootad, como solución a las preferencias políticas e inequidad existentes entre los cantones y las provincias del país.

Lo que nadie divulga es el monto total que la Asamblea Nacional aprobó repartir: USD 2.167.589.589. Siendo manabita el 10% de los ecuatorianos, deberíamos recibir USD 217 millones, ¡pero Manabí recibiría menos del 40% de esto!

Manabí debería recibir el triple de Azuay, apenas recibirá el doble, pero no significa que sea más. Los ciudadanos de Portoviejo recibirán USD 61.53, los ciudadanos de Cuenca USD 73.59, que mejora todavía más para ellos con los recursos del Fondo de Salvamiento del Patrimonio Cultural FONSAL, utilidades de la empresa telefónica, corporación de turismo y las rentas generadas por la venta de la energía que realicen las centrales Paute, Pisayambo y Agoyan.

Ya es tiempo que despierten Ecuador Pragmático, Manabí Primero, Universidad Técnica de Manabí y entes provinciales, que ya dejen de contar corderitos y actúen en defensa de los recursos presupuestarios de la provincia, cómo si estuvieran bien despiertos.

Despertemos por el presente y el futuro de nuestros hijos, de nuestros nietos. ¡Salve oh Manabí!

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