El gobierno dirige, resguarda y construye la actividad política. En democracia, sus actores, instituciones y funciones deben reflejar los siguientes principios: unión, legitimidad, corresponsabilidad, respeto, compatibilidad, solidaridad y tolerancia.
El gobierno democrático es de iguales, a veces representados por un puñado reconocido por todos… a veces todos los iguales en forma participativa, asociada y organizada avanzan al unísono con sus decisiones, votos, acciones a un mismo fin.
Entonces no puede haber gobierno democrático con un Presidente de la República intolerante, autócrata e insultador.
En 1763 Voltaire escribió el libro "Tratado sobre la Tolerancia"…es probable que él nunca se haya imaginado que dos siglos y medio después, su crítica a la intolerancia sea una de sus obras más vigentes y necesarias.
¿Pero qué ha dicho Voltaire?: “El derecho humano no puede estar basado en ningún caso más que sobre este derecho natural; y el gran principio, el principio universal de uno y otro es, en toda la tierra: «No hagas lo que no quisieras que te hagan.» No se comprende, por lo tanto, según tal principio, que un hombre pueda decir a otro: «Cree lo que yo creo y lo que no puedes creer, o perecerás.» .El derecho de la intolerancia es, por lo tanto, absurdo y bárbaro: es el derecho de los tigres, y es mucho más horrible, porque los tigres sólo matan para comer.”
Pero el primero de nosotros, que debiera comportarse como el último hermano, le gusta ser llamado Jefe de estado, Primer mandatario. Rechaza ser llamado Su excelencia, aunque a pretexto de la majestuosidad de la Presidencia, castiga y maldice a quien se atreve a mirarlo mal, contradecirlo, o hacerle el más mínimo gesto de desaprobación.
Rafael Correa Delgado, durante el enlace presidencial que se llevó a cabo en El Juncal, provincia de Imbabura, el sábado 31 de julio, cuando comentaba enérgicamente la supuesta injerencia de los líderes de la provincia de Esmeraldas que se oponen a que La Concordia sea anexada a la centralista Santo Domingo de los Tsáchilas, exigió despedir, sin meditación ni piedad, a gente de su equipo de comunicación, según él, por editar mal un material sobre la marcha organizada por el pueblo esmeraldeño el pasado 28 de julio.
Ejemplos de intolerancia del Presidente Rafael Correa sobran por miles. Los más perseguidos hemos sido los periodistas y los medios de comunicación, al punto que es extraño que diariamente no diga algo malo, con rabia, prepotencia y rencor hacia quienes promovemos de forma civilizada el dialogo, el debate, la reflexión y el imperio de las ideas.
Voltaire nos enseñó que no podemos ser tolerantes con la intolerancia. En estos días de intolerancia, el pueblo cree que debemos ser menos tolerantes con la corrupción, por eso tuvo eco la idea que en el gobierno de la Revolución Ciudadana se lucharía contra la corrupción. Sin embargo, avanzan los días y a todo nivel impera la corrupción, desde una simple comisaría hasta las altas esferas del gobierno.
En El Juncal, Rafael Correa, considerado por algunos de sus partidarios como el Querido Líder o el Gran Dirigente, durante el enlace presidencial dijo, que su gobierno ha sido implacable en denunciar la corrupción en esta administración y que en un futuro próximo se denunciarán casos muy graves. ¿Será verdad?
Ante hechos consumados, quienes han sido verdaderamente implacables con la corrupción han sido Gabriel Salvador, veedor ciudadano independiente de Correa; Jorge Ortiz, Emilio Palacio, Douglas Vaca y Carlos Vera, periodistas y librepensadores.
¡Alerta! Son ellos quienes han estado por ir a las cárceles, y no los corruptos que hacen méritos sucios para que Transparencia Internacional ubique a nuestro país como uno de los más corruptos, los jueces corrompidos, los beneficiados con los decretos de emergencia, los comediantes de las influencias y sobornos, los burócratas de viáticos exorbitantes, contratistas de obras sin estudios ni garantías, los genios de los sobreprecios, los causantes del SOAT, etcétera.
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