El Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización (Cootad), es un punto común para Virgilio Hernández y Fernando “corcho” Cordero.
Virgilio Hernández, que arribó a Movimiento PAIS, es presidente de la Comisión Especializada de Gobiernos Autónomos, Descentralización, Competencias y Organización del Territorio.
Antes se desempeñó como presidente de la Mesa Constituyente No. 2 de Organización, Participación Social y Ciudadana, y Sistemas de Representación.
Fernando Cordero es el presidente de la Asamblea Nacional. En su calidad de vicepresidente de la Asamblea Constituyente e integrante de la Mesa No. 4 de Ordenamiento Territorial y Asignación de Competencias, fue un elemento inmovilizador de la manabita Tatiana Hidrovo en sus manifiestos afanes alfaristas.
Virgilio Hernández, que arribó a Movimiento PAIS, es presidente de la Comisión Especializada de Gobiernos Autónomos, Descentralización, Competencias y Organización del Territorio.
Antes se desempeñó como presidente de la Mesa Constituyente No. 2 de Organización, Participación Social y Ciudadana, y Sistemas de Representación.
Fernando Cordero es el presidente de la Asamblea Nacional. En su calidad de vicepresidente de la Asamblea Constituyente e integrante de la Mesa No. 4 de Ordenamiento Territorial y Asignación de Competencias, fue un elemento inmovilizador de la manabita Tatiana Hidrovo en sus manifiestos afanes alfaristas.
El Código Territorial es un punto común para Virgilio Hernández y Fernando Cordero, porque siendo ambos impulsores de este vital texto público, se han adjudicado antipatías merecidas. Cordero ha sido declarado enemigo de Guayaquil por la Junta Cívica y “persona no grata” por el Concejo Cantonal de Guayaquil.
Tanto Fernando Cordero como Virgilio Hernández se opusieron, en nuestras propias narices, a que Montecristi (que los había acogido con tanta hospitalidad) sea la sede de la Función Legislativa.
Ahora en Guayaquil, en su momento en Manabí, Cordero y Hernández personifican el desagrado por el agravio contra dos provincias de la Costa, procedimientos políticos que dejan en mal predicamento a sus actores, y por supuesto son un mal referente para las presentes y futuras generaciones.
Y reinciden con el centralista Código Territorial, que agradará a pocas ciudades, como Cuenca y Quito, que serán potencializadas con las futuras competencias, deberes y derechos.
El Código de Hernández menciona la autonomía y la descentralización, pero no como el derecho genuino de las regiones, provincias y cantones a autoadministrarse, sino como vacío eco de la Constitución que consagra al centralismo como forma de gobernar, pese a que Manabí dijo sí a la autonomía el 17 de septiembre del 2000.
Los centralistas hincaron su vendida bandera centralista en Montecristi, ahora con la aplicación del Cootad escarbaran desde los inicios de la república hasta nuestros días, las claves de dominación y esclavitud de las provincias ecuatorianas, que como Manabí, pese a su rebeldía alfarista, ha cedido su destino por los paradigmas de unidad patria, ordenamiento público, seguridad nacional, que hábilmente se han apropiado y manejado los centralistas de generación en generación.
Tanto Fernando Cordero como Virgilio Hernández se opusieron, en nuestras propias narices, a que Montecristi (que los había acogido con tanta hospitalidad) sea la sede de la Función Legislativa.
Ahora en Guayaquil, en su momento en Manabí, Cordero y Hernández personifican el desagrado por el agravio contra dos provincias de la Costa, procedimientos políticos que dejan en mal predicamento a sus actores, y por supuesto son un mal referente para las presentes y futuras generaciones.
Y reinciden con el centralista Código Territorial, que agradará a pocas ciudades, como Cuenca y Quito, que serán potencializadas con las futuras competencias, deberes y derechos.
El Código de Hernández menciona la autonomía y la descentralización, pero no como el derecho genuino de las regiones, provincias y cantones a autoadministrarse, sino como vacío eco de la Constitución que consagra al centralismo como forma de gobernar, pese a que Manabí dijo sí a la autonomía el 17 de septiembre del 2000.
Los centralistas hincaron su vendida bandera centralista en Montecristi, ahora con la aplicación del Cootad escarbaran desde los inicios de la república hasta nuestros días, las claves de dominación y esclavitud de las provincias ecuatorianas, que como Manabí, pese a su rebeldía alfarista, ha cedido su destino por los paradigmas de unidad patria, ordenamiento público, seguridad nacional, que hábilmente se han apropiado y manejado los centralistas de generación en generación.