Mientras se lucha, hay esperanza de victoria: ¡No al proyecto de Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización!
No, aunque la voz de los autonomistas sea cada vez más débil y la algarabía de los años 2000, 2001 y 2004 se ahogó ante la reacción del monstruo más feroz que enfrentan los pueblos y las provincias: el centralismo.
Los autonomistas logramos la transferencia de apenas unas cuantas competencias, que no hicieron cambio alguno en el sempiterno dominio centralista. Pero por la osadía de las consultas autonómicas, recibimos peor castigo. Hoy asistimos a la culminación de un proceso re centralizador y mega- planificador, no socialista menos popular, simplemente elitista y burocrático dorado.
con su ampulosa tecnoburocracia y el enjambre de instituciones capitalinas, esta generación centralista vive los mejores días, incluso aquellas que usufructuaron el oro, plata, caucho, sal, aguardiente, cacao, café y el banano. Son como la gripe, nos han quitado a todas las provincias la salud, nos han marginando y exprimido en todas las épocas.
Por tanto, sabemos que es incompatible un Estado que dice ser descentralizado y promotor de las autonomías provinciales, y a la vez esté controlándolo todo. El Estado ideal de los burócratas centralistas es fuerte y planificador. Entre más controla, más necesita regular; entre más regula más planifica; entre más planifica de arriba hacia abajo más se aleja de la gente. No son pocos los que reclaman deliberación ciudadana en vez de tertulias de gusarapos, llamadas “socialización”, donde el gurú centralista se luce ante una veintena de indiferentes o engañados.
Y los centralistas nos dicen que para la conformación de regiones se procurará el equilibrio interregional, la afinidad histórica y cultural, la complementariedad ecológica y el manejo integrado de cuencas. Que crearán incentivos económicos y de otra índole para que las provincias se integren en regiones. Con razón dejaron a Quito aparte para desde allí gobernar un Ecuador divido en regiones.
¡Farsantes! a todas las provincias le exigen eficiencia y eficacia, pero ellos nunca han rendido cuenta que hicieron durante décadas con las rentas del país. ¿Dónde se manejan los contratos y las finanzas públicas?
¡Hábiles! Se quejan que el Estado debe recuperar su rol regulador y planificador. Son tan cínicos los centralistas, que acusan a los autonomistas de destruir el Estado o que luchan para que sea mínimo. Una cosa es lo que afirman los caretucos centralistas, otra una institucionalidad robusta y rol regulador oportuno, como lo reclaman las provincias.
Leguleyos filtran en el COOTAD la correa de la destitución a los alcaldes que no sean buenos estranguladores del bolsillo ciudadano (Art. 191 COOTAD); y dejan latente la amenaza de intervenir a un Municipio. En estas condiciones, todos los futuros alcaldes necesitaran tener vocación de perro de buen amo o de mercader-bombero.
Peor todavía, con la famosa “rectoría” que la Constitución no define, pero que acoge en sus Arts. 141, 154, 344, 347, 361, 375, 378, 389, 392 y 405. El COOTAD en el Art. 119, dice: “…La rectoría es la capacidad para emitir políticas públicas nacionales o de Estado, que orientan las acciones para el logro de los objetivos y metas de desarrollo; así como para definir sistemas, áreas y proyectos estratégicos o de interés nacional, en función de su importancia económica, social, política o ambiental. Corresponde exclusivamente al gobierno central…”.
Dicho en otras palabras, el ámbito competencial del Gobierno Central son las asignadas en la Constitución, “SECTORES ESTRATEGICOS” y en donde ejerce “RECTORIA”. Gracias al COOTAD (Arts. 100, 129,130,138 y 140), el Estado podrá controlar: sectores estratégicos, vialidad, tránsito y transporte, servicios públicos de agua, Salud, Educación, socorro y extinción de incendios, donde y cuando quiera.
¡Mientras luchemos por una Patria justa para todos, ningún centralista cante victoria!
No, aunque la voz de los autonomistas sea cada vez más débil y la algarabía de los años 2000, 2001 y 2004 se ahogó ante la reacción del monstruo más feroz que enfrentan los pueblos y las provincias: el centralismo.
Los autonomistas logramos la transferencia de apenas unas cuantas competencias, que no hicieron cambio alguno en el sempiterno dominio centralista. Pero por la osadía de las consultas autonómicas, recibimos peor castigo. Hoy asistimos a la culminación de un proceso re centralizador y mega- planificador, no socialista menos popular, simplemente elitista y burocrático dorado.
con su ampulosa tecnoburocracia y el enjambre de instituciones capitalinas, esta generación centralista vive los mejores días, incluso aquellas que usufructuaron el oro, plata, caucho, sal, aguardiente, cacao, café y el banano. Son como la gripe, nos han quitado a todas las provincias la salud, nos han marginando y exprimido en todas las épocas.
Por tanto, sabemos que es incompatible un Estado que dice ser descentralizado y promotor de las autonomías provinciales, y a la vez esté controlándolo todo. El Estado ideal de los burócratas centralistas es fuerte y planificador. Entre más controla, más necesita regular; entre más regula más planifica; entre más planifica de arriba hacia abajo más se aleja de la gente. No son pocos los que reclaman deliberación ciudadana en vez de tertulias de gusarapos, llamadas “socialización”, donde el gurú centralista se luce ante una veintena de indiferentes o engañados.
Y los centralistas nos dicen que para la conformación de regiones se procurará el equilibrio interregional, la afinidad histórica y cultural, la complementariedad ecológica y el manejo integrado de cuencas. Que crearán incentivos económicos y de otra índole para que las provincias se integren en regiones. Con razón dejaron a Quito aparte para desde allí gobernar un Ecuador divido en regiones.
¡Farsantes! a todas las provincias le exigen eficiencia y eficacia, pero ellos nunca han rendido cuenta que hicieron durante décadas con las rentas del país. ¿Dónde se manejan los contratos y las finanzas públicas?
¡Hábiles! Se quejan que el Estado debe recuperar su rol regulador y planificador. Son tan cínicos los centralistas, que acusan a los autonomistas de destruir el Estado o que luchan para que sea mínimo. Una cosa es lo que afirman los caretucos centralistas, otra una institucionalidad robusta y rol regulador oportuno, como lo reclaman las provincias.
Leguleyos filtran en el COOTAD la correa de la destitución a los alcaldes que no sean buenos estranguladores del bolsillo ciudadano (Art. 191 COOTAD); y dejan latente la amenaza de intervenir a un Municipio. En estas condiciones, todos los futuros alcaldes necesitaran tener vocación de perro de buen amo o de mercader-bombero.
Peor todavía, con la famosa “rectoría” que la Constitución no define, pero que acoge en sus Arts. 141, 154, 344, 347, 361, 375, 378, 389, 392 y 405. El COOTAD en el Art. 119, dice: “…La rectoría es la capacidad para emitir políticas públicas nacionales o de Estado, que orientan las acciones para el logro de los objetivos y metas de desarrollo; así como para definir sistemas, áreas y proyectos estratégicos o de interés nacional, en función de su importancia económica, social, política o ambiental. Corresponde exclusivamente al gobierno central…”.
Dicho en otras palabras, el ámbito competencial del Gobierno Central son las asignadas en la Constitución, “SECTORES ESTRATEGICOS” y en donde ejerce “RECTORIA”. Gracias al COOTAD (Arts. 100, 129,130,138 y 140), el Estado podrá controlar: sectores estratégicos, vialidad, tránsito y transporte, servicios públicos de agua, Salud, Educación, socorro y extinción de incendios, donde y cuando quiera.
¡Mientras luchemos por una Patria justa para todos, ningún centralista cante victoria!