Toda lucha que se emprende por buscar el bien común, tendrá indudablemente que pasar por un tamiz, para que los resultados traten, en lo posible, de ser positivos y no sufran cuestionamientos una vez que entren en vigencia. Por eso, quienes señalan que el tema de las autonomías está agotado, están equivocados; lo que ocurre es que ciertos advenedizos a la propuesta se atreven a opinar sin conocer científicamente cómo debe implementarse la corriente autonomista en nuestra realidad. Aquéllos, son los que hacen daño al desorientar a las masas que reclaman la vigencia de la autonomía en Manabí. En consecuencia, la ética que es la raíz de donde brotan todos los actos humanos que rigen el comportamiento correcto, ecuánime, tolerante, lícito y justo, es la que tiene que imponerse para evitar que se desvíen los anhelos de los manabitas de ser una región autónoma.
Además, lo que busca la autonomía es lograr que los seres humanos tengan mejor calidad de vida, es decir, que la pobreza, la falta de educación, de salud, de oportunidades de trabajo, no sean la maldición de los gobiernos o de los privilegiados de un país. En ese sentido, estamos convocados a emprender otros desafíos para entrar a nuevos estadios de vida; donde la responsabilidad social, moral y ética esté ligada a profundas convicciones y creencias para concienciar a los indolentes, a los acaparadores y depredadores que haciendo uso de artilugios despojan las riquezas que producen hombres y mujeres de provincias como Manabí, para beneficios de otros. Esto no es ético, las desigualdades son las que generan los conflictos y los enfrentamientos en las sociedades. ¿Acaso, los problemas que están padeciendo los pueblos del oriente ecuatoriano, o el caos social, político y económico de los cantones manabitas, no se debe al mal reparto de la riqueza? ¿Con qué calidad moral se atreven los gobiernos a hipotecar el futuro de la niñez y de la juventud, cuando éstos tienen todo el derecho a soñar con un porvenir iluminado de esperanza, progreso, bienestar, justicia y fé? ¿Quién ha dicho que con el “estado de emergencia” van a ahogar los gritos desgarradores de millones de seres humanos que reclaman una justa distribución de la riqueza nacional a un gobierno centralizado, injusto, insensible e inepto?.
Cómo es posible que los extranjeros califiquen al Ecuador como una maravilla de país, mientras que por otro lado, se hunde un barco en aguas del Pacífico con un centenar de ecuatorianos que buscaban mejores días de sobrevivencia. “El sueño americano”, no es más, que la frustración represada de miles de compatriotas que le cercenaron el derecho de vivir con dignidad en la tierra que los vio nacer.
Todos los males se pueden corregir, lamentablemente en este país, la corrupción sigue siendo el mal mayor en la administración pública y privada; Osvaldo Agatiello dice: “la corrupción es toda acción, omisión, vicio o abuso que desvía las obligaciones legales y éticas de una función pública hacia objetivos privados, individuales o de grupo, de beneficio económico, social o político”.
Entonces, con ese cinismo que actúan los corruptos, la lucha por implementar un régimen de autonomía se torna prematuramente engorroso, con mayor razón, si los corruptos se atreven a ser los promotores, implementadores, correctores y juzgadores de un proceso que está en marcha.
Por tanto, la ética y la autonomía son un reto y un desafío para los auténticos autonomistas manabitas que buscamos refundar a un país, que política y administrativamente no da más, porque el centralismo lo sepultó. La juventud reclama un nuevo liderazgo para que se produzcan los cambios de comportamiento profundo y radicales para hacer realidad las autonomías.
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