Las desviaciones de un régimen de Autonomías dependerían de los niveles de conflictividad social y de la crisis de ingobernabilidad que éste provoque. Es obvio que el cambio de sistema provocará ficciones pues como todo cambio, beneficia o agrada más a unos que a otros. No olvidemos que el estatismo y dentro de él el centralismo pretende que el Estado es la fuente del derecho, oprimiendo y suplantando a la persona humana en diversa forma. El estatismo no es sólo una organización; es fundamentalmente una filosofía y una mentalidad, con la que se organiza la sociedad.
Si se considera que la propuesta de autonomía es parte de la disputa interburguesa sierra- costa, y que la utilizan, como ayer al regionalismo para chantajear políticamente al país y al pueblo o como la respuesta formulada por la burguesía frente a la crisis económica, social y política que vive el país; lógicamente podemos esperar a pretexto de rechazo a las autonomías más desintegración social. Los temores son fundados porque lamentablemente, han convertido a la autonomía en una “carta bajo la manga” de la oligarquía guayaquileña, encabezada por el PSC, las cámaras de la producción, y la han confundido como algo regionalista, separatista y busca la desintegración nacional.
Justamente, estas mismas élites se han servido de las autonomías como planteamiento y evitan el debate sobre el origen, la naturaleza y los mecanismos correctos de solución de la crisis política, económica y social del país. La autonomía tendrá muchas desventajas si el ecuador no acepta su personalidad histórica y valora adecuadamente las etapas que componen su proceso social. Sino es aceptado mayoritariamente un nuevo modelo de Estado, lo cual hasta ahora es improbable porque la difusión de la propuesta ha sido limitada, la mayoría de la población no ha escuchado siquiera el término y si lo ha hecho, no puede expresarse sobre qué entiende por autonomía. Es más, incluso algunos la confunden autonomía con independencia, es decir con una segmentación del país en principados.
Otra desventaja, atañe directamente a Manabí, puesto que las autonomías podrían perturbar la unión de los manabitas, ya que no existe en Manabí una integración formal de las jurisdicciones cantonales y de las instituciones; por el contrario, la desunión y el inconformismo ha sido tal que incluso propuestas separatistas para dividir hasta en tres provincias a la actual Manabí han tomado fuerza en los últimos años. Ej.: Manabí del Norte, liderada por Chone, hasta ahora pocos han hablado de ello y muchos menos se han atrevido a reconocerlo, como tampoco se han referido al hecho que en los programas educativos, de las escuelas y colegios apenas se estudia la historia, cultura e identidad manabita y el análisis del futuro provincial en las universidades es desarrollado por grupos académicos limitados. La educación y la cultura no son los pilares para elevar nuestra autoestima y valores cívicos, menos para preparar a las futuras generaciones en la lucha de grandes ideales o de sueños colectivos postergados.
La participación ciudadana permanente no existe, y cuando ésta se ha dado en forma esporádica, ha sido para elaborar planes estratégicos de desarrollo, que a la larga, no son más que interesantes cuadernos para la historia, puesto que su no ejecución es segura ante la falta de ejecutividad de las autoridades y la falta de recursos económicos para su realización. En la base del problema, hay que tener en cuenta una serie de factores que actuaron como fuerzas hostiles al desarrollo de la identidad y unidad provincial, entre otros, la hacienda en el campo, como centro de poder y de vínculos; y los caudillos, representantes de poderes extraprovinciales que obedecían (obedecen) a las ordenes de los capataces de los partidos políticos de Quito y Guayaquil, que son los que han atrofiado el progreso del país. Por eso se hace necesario las formaciones de los partidos políticos regionales. No hay vuelta que darle, para poder sacudir a este país que lo tiene todo y que sin embargo nuestros hermanos manabitas y ecuatorianos se nos van a otros países a trabajar o a encontrar la muerte.
Uno de los temas más controvertidos, pero a la vez de menor profundización en el debate, es el de las finanzas provinciales y nacionales, en particular respecto de la tributación local y nacional, así como la relación entre el aporte tributario provincial y los recursos recibidos del Gobierno Central. A este propósito se han publicado al menos cuatro trabajos que revelan cifras y datos que muestran que la mayoría de las propuestas y demandas autonómicas e incluso descentralizadoras son poco viables o que, en todo caso, deben ser reconsideradas a la luz de tales datos. Es importante tener una idea global y precisa de las fuentes de ingresos y egresos del Gobierno. Solamente a partir de estos datos será posible disponer de elementos concretos que faciliten el análisis de la viabilidad económica de las propuestas autonómicas, especialmente en referencia a los recursos que solicitan sean transferidos del Gobierno Central o que se queden en la localidad donde se recaudan.
En este ámbito es conveniente recordar que casi una tercera parte de los recursos presupuestarios del Gobierno Central provienen del endeudamiento; que el 28% del total de los ingresos del presupuesto nacional corresponden al petróleo y sus derivados, que los ingresos --no separables por provincias-- representan algo más del 20% del total y que los ingresos tributarios separables por provincias representan menos del 20% de los ingresos del Gobierno Central.
Por el lado de los gastos, cerca del 40% de los recursos se dedican al pago de la deuda interna y externa. Lo restante, según Vicente Albornoz, se compone en partes casi iguales de gastos del Gobierno Central difícilmente asignables por provincias, sobre todo Policía y Fuerzas Armadas, y en gasto asignable (educación, salud, obras públicas, etc).
La comparación de los ingresos y gastos por provincia, arroja resultados sorprendentes, que llevan a concluir que la mayoría de las provincias son deficitarias, es decir que aportan menos de lo que reciben. Veamos algunos ejemplos al respecto:
A manera de conclusión, los problemas destacados revelan, por un lado, la complejidad y los desafíos de la descentralización, que en un esfuerzo de síntesis, se pueden concentrar en cuatro: transferencia equitativa y gradual de competencias y recursos del Gobierno Central hacia los gobiernos locales; reforzamiento de la tributación local; mejoramiento de la capacidad de gestión de las administraciones locales; y vigorización de la planificación nacional, provincial y local.